martes, 21 de junio de 2011

Lechoncito

Los amigos son una cosa extraña que yo no suelo tener en grandes cantidades. Pocas personas entran en mis afectos desde el primer momento que topo con ellos. Stef fue una de esas personas. Quizás fue su dosis de revolución con la de conservadora la que me conquistó. Me gustan los puntos medios, ni muy locas ni muy santas, soy amante del balance, ni muy ni muy poco. Ella tenía un balance chingón. Combinaba sus historias de homosexuales con palabras que había aprendido en su rancho como impuesto que para su pueblo significa costumbre. Quizás fue esas ganas de cambiar al mundo, que tan pocas personas poseen ya. O quizás su energía inacabable para seguir un sueño. Un sueño que involucra ayudar a otros y no volverse millonario. Tengo que confesar que antes de conocerla no me importaba mucho que hiciera con mi vida después de la carrera, ahora pienso en miles de futuros acádemicos. A lo mejor fue esa pena con la que pedía el dinero o sus albondigas blancas, pero lo cierto es que se ganó mi corazón. Me enseño su forma de entender el mundo y la vida, se lo agradezco.

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