martes, 21 de junio de 2011

Lechoncito

Los amigos son una cosa extraña que yo no suelo tener en grandes cantidades. Pocas personas entran en mis afectos desde el primer momento que topo con ellos. Stef fue una de esas personas. Quizás fue su dosis de revolución con la de conservadora la que me conquistó. Me gustan los puntos medios, ni muy locas ni muy santas, soy amante del balance, ni muy ni muy poco. Ella tenía un balance chingón. Combinaba sus historias de homosexuales con palabras que había aprendido en su rancho como impuesto que para su pueblo significa costumbre. Quizás fue esas ganas de cambiar al mundo, que tan pocas personas poseen ya. O quizás su energía inacabable para seguir un sueño. Un sueño que involucra ayudar a otros y no volverse millonario. Tengo que confesar que antes de conocerla no me importaba mucho que hiciera con mi vida después de la carrera, ahora pienso en miles de futuros acádemicos. A lo mejor fue esa pena con la que pedía el dinero o sus albondigas blancas, pero lo cierto es que se ganó mi corazón. Me enseño su forma de entender el mundo y la vida, se lo agradezco.

lunes, 20 de junio de 2011

Premonición

En cuánto los vi supe lo que iba a suceder y como me iba a sentir. Resulta algo raro cuando somos consciente de repente de algo que siempre ha estado ahí. La muerte es algo que siempre ha estado ahí pero pocas veces somos conscientes de ella. Las cosas tan obvias muchas veces las damos por descontado.

Estabamos cenando, lo recuerdo. Yo siempre me sentaba en la punta, en frente de mi abuelo. A los lados se sentaban mis dos abuelas. La luz del comedor era blanca y por lo tanto, nóstalgica. Recuerdo que el mantel de la mesa lo había traido mi papá en su última visita, era de un material duro como el plástico y tenía unas flores bastantes feas.
Los vi, mis tres abuelos cenando aquella comida casera, en aquel mantel deprimente, vi mi plato y en un destello de lucidez supe que iban a morir algún día y que no serían más, parte de mi realidad. Eso me lleno de infinita tristeza y comencé a llorar con tal sufrimiento que tuve que irme al baño para que no se dieran cuenta del estado de angustia en el que me encontraba.
La premonición se cumplió, pero solo una parte de ella pues hoy en día aún forman parte de mi realidad y de mi forma de ver la vida.
Los extraño mucho: Teté, Kika, Pinto y Abuela Aida.