La breve idea que quiere compartir hoy tiene que ver con el tiempo. Por cuestiones ontológicas que cada quién defina que significa tiempo, "de tiempos está hecha la vida".
En cada persona (pienso yo) existe un reloj. Le quiero llamar el reloj del alma. Un reloj que marca un tiempo acorde a cada persona sin husos horarios, ni de jet lag. Segundos, minutos y hora hechas a nuestra medida. Este reloj nos indica el tiempo de actuar, de amar y también de morir.
Cada quién poseerá entonces un tiempo determinado por sus características, intereses y valores ideales. Es cierto que trataremos de ajustar nuestros relojes con los otros, pues vivimos en "sociedad" y compartir nos brida certidumbre, pero una cosa es compararnos con los otros y otra es seguir los caminos de los otros. Hasta aquí todo va muy bien, pues mientras cada quién respete sus tiempos tendrá la armonía suficiente para vivir bien y feliz. El problema comienza cuándo queremos que las personas posean los mismos horarios y tiempos de vivir, es entonces cuándo el reloj del alma pierde su sentido, se enferma, se entristeza y se pierda con Momo y la tortuga entre los segundos y el infinito.Pasemos a describir tal ejemplo con una situación bastante cotidiana:
-Es una estudiante de Lenguas que acaba de terminar la carrera y piensa que esté es su momento de seguir estudiando y desarrollando sus conocimientos, pero sus padres piensan que lo mejor para ella es que comience a trabajar pues eso es más provechoso que continuar estudiando. ¿Que sería lo más conveniente? Aquello que le dictase su tiempo del alma.
Nos empecinamos (lo digo porque yo también lo he hecho) en que los demás vivan a nuestro ritmo como si esto le diera mayor validez a nuestras acciones, cuándo lo único que valida nuestro tiempo somos nosotros mismos. Esta noche aprendí que cada quién tiene su "ritmo de baliar", que al apurar a los demás estamos aboliendo ese tic-tac del reloj y la naturaleza de ese movimiento. Seamos libres de tanto prejuicios y de tantos apuros, que la vida es muy larga.
Cada quién poseerá entonces un tiempo determinado por sus características, intereses y valores ideales. Es cierto que trataremos de ajustar nuestros relojes con los otros, pues vivimos en "sociedad" y compartir nos brida certidumbre, pero una cosa es compararnos con los otros y otra es seguir los caminos de los otros. Hasta aquí todo va muy bien, pues mientras cada quién respete sus tiempos tendrá la armonía suficiente para vivir bien y feliz. El problema comienza cuándo queremos que las personas posean los mismos horarios y tiempos de vivir, es entonces cuándo el reloj del alma pierde su sentido, se enferma, se entristeza y se pierda con Momo y la tortuga entre los segundos y el infinito.Pasemos a describir tal ejemplo con una situación bastante cotidiana:
-Es una estudiante de Lenguas que acaba de terminar la carrera y piensa que esté es su momento de seguir estudiando y desarrollando sus conocimientos, pero sus padres piensan que lo mejor para ella es que comience a trabajar pues eso es más provechoso que continuar estudiando. ¿Que sería lo más conveniente? Aquello que le dictase su tiempo del alma.
Nos empecinamos (lo digo porque yo también lo he hecho) en que los demás vivan a nuestro ritmo como si esto le diera mayor validez a nuestras acciones, cuándo lo único que valida nuestro tiempo somos nosotros mismos. Esta noche aprendí que cada quién tiene su "ritmo de baliar", que al apurar a los demás estamos aboliendo ese tic-tac del reloj y la naturaleza de ese movimiento. Seamos libres de tanto prejuicios y de tantos apuros, que la vida es muy larga.
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